Trabajo realizado para la asignatura de Estética en la universidad de diseño BAU.
Planteamineto:
Diseñar la portada de un hipotético libro dedicado a la corriente estética "Wabi-Sabi".
Pasos a seguir:
1. Diseñar la portada: elegir forma y dimensiones, tipografía, imágenes, etc., siempre teniendo en cuenta el razonamiento de el porqué de todas las elecciones.
2. Presentacion escrita (1-2 pags., con la imagen).
Portada Wabi Sabi
“Wabi‐sabi es la belleza de las cosas imperfectas, mudables e incompletas.”
Con estas palabras es como Leonard Koren nos introduce en la lectura de su libro “Wabi‐sabi para artistas, diseñadores, poetas y filósofos”. Y es que, el wabi‐sabi podemos explicarlo de mil formas diferentes, pero jamás lo entenderemos si antes no lo hemos vivido en nuestras “carnes”. El wabi‐sabi debemos sentirlo, observarlo, olerlo, tocarlo...notar que forma parte de nuestro espacio vital y que gracias al wabi‐sabi nos sentimos bien, nos reconforta, nos inunda de nostalgia…
Con estas palabras es como Leonard Koren nos introduce en la lectura de su libro “Wabi‐sabi para artistas, diseñadores, poetas y filósofos”. Y es que, el wabi‐sabi podemos explicarlo de mil formas diferentes, pero jamás lo entenderemos si antes no lo hemos vivido en nuestras “carnes”. El wabi‐sabi debemos sentirlo, observarlo, olerlo, tocarlo...notar que forma parte de nuestro espacio vital y que gracias al wabi‐sabi nos sentimos bien, nos reconforta, nos inunda de nostalgia…
Crear la tapa de un libro en el que esta estética japonesa sea el tema principal, no es cosa fácil, pues a mi parecer, no solo es importante el diseño de la cubierta, la colocación de una imagen o el título elegido, sino que podamos apreciar la “magia” del wabi‐sabi. Y en este sentido, es en donde he creído oportuno dedicarle un mayor esfuerzo y trabajo. ¿Pero como se le otorga esa supuesta “magia estética” a un trabajo de diseño en soporte plano? Puede resultar un trabajo laborioso, tal vez ridículo o imposible…pero sí existe una forma de conseguirlo, y es algo tan sencillo como dejarse llevar por los sentidos, dejar que tu cuerpo y mente se sumerjan un una partitura de melodía puramente japonesa y tradicional dejando que el diseño aparezca por si solo mucho más tarde...
…y no me considero un loco, pues de wabi‐sabi estamos hablando…
* * *
La estética wabi‐sabi esta firmemente arraigada a la cultura japonesa y es por ello que debía aportar a la tapa del libro claras y perceptibles características de esta cultura para que al mirarla, el espectador lo relacionase rápidamente. En cuanto a medidas de papel, existe una serie B japonesa (definida por como la Japan Industrial Standard B: JIS B) y que en mi caso, decidí utilizar para la tapa del libro el formato B6 176 × 125 mm. Así, para empezar, ya podríamos tocar con nuestras propias manos un formato utilizado en Japón y, en cierto modo, transportarnos mínimamente a esa cultura.Por otra parte, la composición de colores es totalmente escasa. Y me refiero a lo visible exteriormente, pues el color elegido, un ocre marrón, no es simplemente un pigmento cualquiera. Tenía claro que si quería reflejar simpleza, proceso natural, intimidad, y un sin fin de variantes, me era imposible utilizar una paleta de colores llamativa, de grandes contrastes y/o provocadora. La elección del ocre marrón no fue casual, ya que este color y sus diferentes tonalidades aportan en nuestro cerebro unas sensaciones específicas. Según el test de Lüscher ; “Si al marrón se le da una posición preferente en la serie de colores del test, esto da muestras de un aumento de las necesidades de relajación mediante la comodidad y la satisfacción sensual. “ El ocre y el marrón son muy similares en cuanto a las sensaciones que nos pueden aportar y en cierto modo, corresponden visualmente con la estética wabi‐sabi. También, con paso del tiempo los objetos, en el mayor de los casos y expuestos a la naturaleza, se ennegrecen y ensucian. Una de las sensaciones visuales que nos podría aportar el ocre marrón.
Tanto la imagen colocada en la portada, (una máquina rústica de hacer tofu), como la disposición del enunciado y el diseño, no están puestos al azar, pues era necesario una harmonía entre tales, algo sencillo pero efectivo, delicadeza y espíritu de sencillez. De ahí que la imagen solo sea identificable por sus sombras oscuras, ya que las luces de esta son espacios vacíos que se llenan con el propio color de la portada. Respecto a la máquina de hacer tofu, no es sólo una máquina antiquísima de hacer este peculiar manjar chino y japonés, es también un proceso wabi‐sabi, me explico; para obtener este preciado fermento de soja tan “aclamado” y utilizado por los japoneses, que a la vez es sencillo en cuanto a su forma final y poco aceptado en los paladares occidentales, necesitamos un proceso.
Un proceso que es similar al del wabi‐sabi. Habremos de armarnos de paciencia, se necesitará una transformación evolutiva de esa materia prima; pasar por agua la soja varias veces, dejarla en remojo durante muchas horas, hervirla, triturarla, secarla, hacer presión con duras herramientas, hervir con leche una de las soluciones que obtendremos, administrar de nuevo más productos y aquí no acabaría la cosa. Por lo tanto, la soja es el resultado de un proceso casi natural y duradero que la transforma por completo para obtener el mejor acompañante en la cocina japonesa, algo así como un jarrón de estética wabi‐sabi decorando una mesa de interior japonés.
Las diagonales visuales de la mayoría de los japoneses y chinos, son de derecha a izquierda, es por ello que decidí colocar el título de la portada en la parte derecha y dispuesto de arriba abajo, y de paso, en el mismo idioma japonés. Cerca, coloqué el subtitulo en español, también de arriba abajo, con una tipografía que recuerda a los trazos de la caligrafía china. El subtitulo dice así: “La Impermanente Belleza”. Quizás no sea el subtítulo más original e innovador que se haya puesto para cualquier documento que hable del wabi‐sabi, pero “impermanente” es, desde mi punto de vista, la palabra más adecuada para explicar un proceso tal como el wabi‐sabi y que de ese resultado cree un sentimiento de satisfacción, de ahí el significado del subtítulo.
En la parte superior izquierda coloqué, con una tonalidad un poco más oscura, un carácter de escritura tradicional. Leeríamos “sabi”, que en su significado más antiguo se refería a lo "frío", "flaco" o "marchitado y en su simple traducción de diccionario significa “pátina”. Una palabra que toma mucha fuerza en esta portada si somos capaces de averiguar su significado.
Y para terminar, y sin duda lo más “mágico”, fue darle la forma wabi‐sabi a la portada. Si, fue un proceso ficticio, ya que no pasarían años y primaveras para crearlo, pero se lo merecía si mi intención era recrear la estética. Con todo esto me refiero a que debía aplicarle un proceso de “marchitación” a la portada en poco tiempo. El modus operandi fue elaborado, muy inusual y, por que negarlo, divertido: Una vez imprimida la tapa en papel fotográfico y acoplada con pegamento en un soporte rígido , su primer paradero fue el suelo, aplastándolo contra este con varios libros de gran grosor, sin ninguna excesiva delicadeza. Una vez seco el pegamento y la tapa bien plana, lo sumergí en agua con detergente durante unos segundos, coloqué encima de la portada una taza de bar con base manchada de café y una vez secado, lo enterré en tierra húmeda durante una noche.
Poco a poco tomaba forma, pero necesitaba más desgaste. Esta vez sí, con una lija muy fina y una pequeña cuchilla, diseñé lo que podría ser el desgaste por el paso del tiempo. Como toque final, llené dos cucharaditas de café y las salpiqué con fuerza contra la, ahora desde mi punto de vista, obra artística.
Fotografía original
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